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martes, 26 de noviembre de 2013


MICHAEL FASSBENDER



UNA DOCENA DE PERSONAS QUE SE MERECEN UNA HOSTIA CON LA MANO ABIERTA

El otro día hablando con unos amigos me di cuenta de que hay ciertas actitudes de algunos seres humanos que son bastantes molestas en general para la gente, no sólo para mí; y que son más comunes de lo que deberían. He aquí las 12 que más repetidas en la conversación:   

1.  Los que aparcan ocupando dos plazas
El credo de esta gentuza debe de rezar algo así: por mis santos cojones, por que los tengo “cuadraos”, porque me sale de la punta del nardo, porque me la pela todo hijo de vecino, por que los tengo como el caballo de Espartero… y así hasta el infinito. En resumen: yo aparco así y que se joda el imperio. Luego llegas tú, a las 11 de la noche, cansado como una mula, llevas media hora dando vueltas buscando donde aparcar y ves esto. El subnormal de turno aparcado sobre la línea que delimita la plaza de aparcamiento, con lo que no puedes aparcar ni a su derecha ni a su izquierda. Os juro que me comen los demonios. Me dan ganas de bajarme y reventarle el coche a patadas o que el próximo coche que me compre sea un Hummer y aparcar directamente sobre el coche de estos impresentables.

      2.   Los que no ceden su asiento a un anciano
Estos ya casi están en la categoría de “patada en la boca”. Hay que ser muy hijo de puta para ir en el metro, bus, etc… ver subir a un venerable anciano y hacer que no lo has visto agachando la cabeza como la vil alimaña que eres, haciendo que estás totalmente absorto en una lectura trascendentalísima en tu e-book o tu i-Phone. Valientes bastardos. Espero que el karma instantáneo haga que cuando bajes del bus te partas la crisma y venga un ciego con su perro guía y se mee sobre tu fabuloso y mega caro i-Phone 5 super-plus-antichoque-calenadario-GPS.

      3.   Los que comparten sus miserias a gritos en un lugar público
Otros que tal bailan. Son este tipo de personas que aprovechan cualquier oportunidad para entablar conversación con alguien y vomitar todos sus desaires personales o con el mundo en general, en el metro, en una cafetería, en la cola del banco: que si fulanito me bloqueó en el Facebook; que si menganita no tiene donde caerse muerta pero lleva ropa de marca; que si, fíjate tú, que el otro día el médico no me hizo ni caso… Si es que… pobrecillo, eres una víctima del sistema y un incomprendido. De vez en cuando alguien le lanza una mirada amenazadora, con el mensaje: “porqué no te callas”, pero es en balde. Parece que ese gesto les ayuda a envalentonarse y a desgañitarse aún más, si cabe. Al final cruzas una mirada cómplice con otro usuario del tren en la que  os decís en silencio: “¿les das tú o le doy yo?”

       4.   Los que no recogen las mierdas de sus perros
Es lo que hay. Si tu perro caga en la calle (un lugar público), es tu deber recogerlo. Es así de simple. Y si no, haber elegido muerte o haberte comprado un pez, que ya hacen pis y caca en el agua,  y si molestan a alguien, como mucho es a la figura de Aquaman que hay de adorno en el acuario. Estaría bien ir con una manada de elefantes y llevarlos a cagar a la puerta de su casa, y preguntarle ¿a qué jode? Pues eso. ¡Recógelo cerdo!

       5.   Los que no paran en un paso de peatones
Una cosa es ir un poco lanzado, ver tarde al peatón que se disponía a cruzar correctamente por el paso de cebra, y que no te dé tiempo a frenar. Pero tanto como conductor como peatón se dan cuenta del tema y el primero pide perdón levantando la mano. Nos ha pasado a todos. Pero otra cosa son esos imbéciles que pasan todos henchidos y ufanos, siempre con una mueca de asco en la cara, haciendo que no te han visto, pero te han visto perfectamente; y tú, por instinto de supervivencia, has dado un respingo hacia atrás, porque por un momento has temido por la vida de tus queridos pinreles. Así te estampes en la próxima curva, idiota.

         6.   Los que hacen bricolaje los domingos por la mañana
Desde aquí les digo que me cago en su calavera y en su “brico-manía” de ponerse a dar por saco con el taladro a las 9 de la mañana un domingo. ¿No tendrá más horas el día para tales menesteres? – Respuesta: Sí, pero es que así molesto más, y me siento más realizado jodiendo al personal ya que yo también estoy jodido, aquí, taladrando -  Todos aprovechamos los fines de semana para hacer cosas, pero debemos intentar, no truncar la felicidad dominguera de los demás. A mí me gusta poner música cañera para hacer limpieza, pero como tengo bien presente que no estoy sola en el mundo (cosa que por lo visto otros no), me pongo los auriculares por que los demás no tienen por que aguantar mi manía de escuchar a Metallica a todo trapo.






        7.   Los que van a la hora de comer a algún sitio porque “seguro que no hay gente”
Es que no pensamos en nadie más que en nosotros mismos: primero yo, luego yo, y si sobra para mí. Vamos a ver, gente porculera: estas personas que curran a jornada intensiva, tienen unos miserables 20 minutos o una hora los más suertudos, para comer, y si ustedes van a dar por saco en esa franja horaria, puede que ese pobre desgraciado se quede sin comer, y tenga que terminar el resto de su turno unas 8 horas más (después de las 4 que ya lleva trabajado) con un agujero en el estómago, porque a los señoritingos se les ha puesto en la punta del nabo ir a pedir información de alguna gilipollez, que podían haber mirado por internet, a las 2 de la tarde.

        8.   Los que no se apartan al cruzarte con ellos
Caminas tranquilo por una acera muy transitada. Como persona amable y educada que eres te apartas, permites el paso a alguien que camina más rápido, esquivas ágilmente a otro, etc. Pero por desgracia, los educados tenemos que sufrir a los subnormales de turno que van caminado cual rinoceronte anfetamínico, y que no variarán su trayectoria ni un ápice. Su lema es: apártate o te arrollo. Tú ya los ves venir, y con un gesto cortés, te apartas (o porque no quieres que un ser tan abyecto te roce, no sea que te contagie su estupidez) y dejas que siga su camino, porque debe de tener muchísima prisa, para hacer algo importantísimo. Pero un buen día, como a todo hijo de vecino, se te cruza un cable y dices: pues ni me pienso inmutar. Mis cojones contra los suyos, y perderá (como diría el sargento de artillería Highway). Te empuja, pero tú has resistido el envite y se ha dado una hostia del copón contra tu hombro de acero. Se queda estupefacto y te mira con cara de pitbull, tú le devuelves su mirada desafiante con cara de: ¿Qué pasa, imbécil? ¿Acaso tú te ibas a apartar? Pues toma de tu propia medicina, cabrón.

          9.   Los que aún no saben eso de “dejar salir antes de entrar”
Otra prueba del cenutrismo agudo que sufren algunas personas. Son como los borricos cuando les ponen las anteojeras. Ellos ven que una puerta se abre (del metro, del bus, del ascensor…) y tiran “p’alante” si o si, cual miura. Da igual si no hay hueco, ellos lo encuentran como si de un cerdo buscando trufas se tratase: hozando con su hocico, y escarbando con sus pezuñas. A ver, un ejemplo gráfico al alcance de todas las mentes: te vas a servir un cubata y llenas al ras tu vaso con whiskazo. Miras y dices: mierda, ahora no me cabe la coca-cola. ¿Qué haces entonces? Darle un trago. Pues esto es lo mismo. Si quieres entrar debes dejar salir, al menos, a un “cachocarne” que ocupe el mismo espacio  tú o al menos que consuma el mismo volumen de oxígeno que tú.

       10.   Los que todavía no saben que hay que dejar libre el lado izquierdo de las  escaleras mecánicas
Pues nada. A joderse y a aguantarse como te toque un zoquete de estos. Vamos a ver, si eres nuevo o estás de visita en la ciudad, tiene un pase, pero aún así, eso de que todo el mundo se ponga en fila para subir por el mismo lado de la escalera, ¿no te da qué pensar? O tal vez eres de esas personas que te crees más listo que nadie y piensas que los demás son imbéciles y que les gusta hacer el pardillo esperando su turno para subir por las escaleras mecánicas. Desde aquí aviso ya: la próxima vez que me sienta ágil  y quiera subir más rápido usando el lado izquierdo de la escalera y me encuentre con alguien parado allí como una vaca mirando un tren, lo arrollaré cual mercancías a la voz de: ¡Aparta troll!

          11.   Los que no respetan el espacio vital de los demás al esperar la cola
Estos más que una hostia con la mano abierta se merecen un codazo en la boca del estómago, a ver si entienden de una puta vez que deben echarse hacia atrás y no invadir el espacio vital de los demás. No por mucho pegarse al de delante te van a atender antes. Y no tengo porque estar oliendo tu colonia apestosa o tu aliento de dragón.

        12.   Los que van leyendo/mandando wassap mientras caminan
Pero vamos a ver, ¿será tan urgentísimo eso que tiene que decir por wassap? Si fuera realmente urgente, yo al menos, me pararía y haría una llamada. ¿Será tan absorbente eso que estás leyendo que no puede esperar 30 pasos hasta tu siguiente transbordo? Es que, ¿no os dais cuenta del incordio que sois para el resto de los transeúntes, que os tienen que ir esquivando como si de zombies se tratase, o que un día os vais a descalabrar cayendo por las escaleras? A mí me dan ganas de pararme en seco y esperar a que os empotréis a ver si así espabiláis la tontería que tenéis encima y miráis un poquito por dónde vais.

Es triste, pero es así. La gente está muy mal acostumbrada  pensando que va sola por el mundo, o que sus actitudes no perjudican o molestan a los demás. “Vivo en un país libre y puedo hacer lo que me de la real gana”, argumento muy manido entre este tipo de personas; tal vez sí, pero, en tanto y cuanto no molestes a los demás. No se puede ir por la vida en modo autista, ignorando a la gente y lo que sucede a tu alrededor nivel Raiman. De vez en cuando deberían levantar la vista de su libro, del suelo, de su teléfono móvil y mirar al frente para ver qué se cuece delante de sus narices; porque, tal vez, se estén perdiendo algo digno de ser admirado o recordado. No se puede estar continuamente en tu burbuja particular, ignorando lo que pasa a tu alrededor. A veces, es necesario pararse a pensar si eso que estás haciendo te gustaría que te lo hiciesen a ti. No me digan que nunca han pensado: “si pillo al que hizo tal cosa le doy una hostia con la mano abierta”. Pues si alguna vez lo han hecho, ya saben, aplíquense el cuento.









martes, 19 de noviembre de 2013

ENVIDIA SANA


Ese es el sentimiento que tengo para con mis queridas amigas: envidia sana. 

Tengo unos cuantos amigos y amigas que tienen algo que yo siempre hubiese querido tener: talento artístico. Música, danza, pintura, canto... Cualquier expresión de arte me fascina, incluso la más pequeña, como son las manualidades: hacer muñequitas de tela, papiroflexia, pulseras de hilos, broches de fieltro, bisutería con abalorios, tocados, carteras de cuero... cualquier cosa que implique un trabajo manual realizado con precisión y un poco de sensibilidad artística me fascina. 

En este caso hablaré de mis amigas que se dedican al tema de las muñequitas de tela y a las fofuchas.

Son trabajos distintos, pero ambos requieren de precisión, de tiempo, de manejar con habilidad hilo, aguja, telas, tijeras, cutters, pistolas de pegamento, rotuladores, medidas, proporciones, paciencia... 

Aquí os las presento:

LAURA: una artistaza, la reina de las muñequitas de tela. Me contaba una tarde tomando café que hacerlas le relaja un montón. Las hace para broches y son súper chulas. Con vestidos de fiesta, regionales, con atuendo de trabajos específicos... Usa todo tipo de telas, para que sean más vistosas y tengan una buena calidad, nada de tela cutre de baratillo. Tienen todo tipo de detalles: gorritos, pendientes, bolsitos... ¡incluso ropa interior! Qué graciosas.




























Si queréis ver su trabajo pinchad aquí:  



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NOA: la reconocí como de mi "clan" cuando la vi por primera vez con un libro bajo el brazo de "Juego de Tronos". Es una chica con un corazón enorme, y con un don innato para el dibujo,  la costura, las manualidades y cualquier cosa se proponga. Siempre le gustó enredar con este tipo de cosas, y durante un año en barbecho mientras decidía qué estudiar comenzó a hacer broches. Después descubrió la fofuchas y empezó su andadura en el mundo fofuchil.  Aunque en su "rincón" hay mucho más, como peluches, portafotos... Aquí os dejo una pequeña muestra de lo que podéis encontrar en su blog.



Fofu hada 



Gato Chi (grandioso)



Su web:



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FANY: una chica con una sonrisa constante en la cara, voz suave y manos con dedos largo y ágiles. Es una persona que siempre intenta la perfección en lo que hace. Es meticulosa y paciente. Cuando la miras, siempre la ves súper concentrada en su trabajo. Otra artista de las fofuchas. Me cuenta que su afición surgió por casualidad, que las vio en el Facebook de una amiga y se puso a investigar. Un día entró en un chino con su hermana y encontraron todo el material para hacerlo. Se animaron y comenzaron a hacerlas. Y ya veis, el resultado ha sido genial. Regalos personalizados, fofulápices...



Rob Haldford (legendario)



Niñas jugadoras de padel



Aquí podéis verlo todo: 



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SARA: una de mi generación, de las mejores formadas de la historia, pero más que jóvenes aunque sobradamente preparad@s, somos simplemente "pre-pararad@s". Llegó un poco más tarde al grupo, pero se adaptó en seguida. Es ágil de mente y nuca tiene problemas en explicarte algo, aunque sea 100 veces. Se decidió por el tema de la artesanía porque necesitaba ocupar su tiempo libre o se volvería loca. Escogió esta faceta por que quería ver el tema de los mercadillos desde el otro lado. Eligió bien su manera de sobrellevar el ocio obligado de un parado. Otra artistaza. 



Pendientes de FIMO



Los pendientes están hechos con gancho de plata y FIMO o arcilla polimérica. Que es una pasta moldeable, tipo plastilina, que al manejar con las manos absorbe el calor por lo que se hace más fácil de moldear. Una vez que se le ha dado la forma deseada se cuece al horno (entre 110 °C y 120 °C) y así se endurece. Tras salir del horno, la pieza ya está lista para pintar y barnizar. El otro día llevaba unos puestos y son súper favorecedores.


Así es, queridos amigos, unas artistas. Gente con una habilidad y sensibilidad especial. Son creativas, imaginativas, pacientes, meticulosas... Aunque esto sean simples manualidades, seguro que ellas podrían extrapolar sus cualidades a cualquier otra rama artística: acuarela, cerámica, confección... yo creo que cualquier cosa que se propongan. Desde aquí las animo.

Envidia sana es lo que siento hacia mis queridas amigas y compañeras. Envidia por poder crear, con sus propias manos, cosas que todos podemos admirar, usar o regalar. Ojalá tuviese yo, aunque sólo fuera, la mitad de su talento creativo.

Desde aquí les mando un beso y mucho ánimo para que continúen haciendo cositas y alegrándonos con su talento.


Os quiere,

S.






miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA GENTE SACA LO PEOR DE UNO, AL MENOS DE MI


Esto que os relataré a continuación me resulta harto curioso en el comportamiento del ser humano. No sé qué coño le pasa a la gente en general, pero mientras vas por la vida como tus padres te han enseñado: con educación, con buenas maneras, diciendo perdón y gracias... la peña se te sube a las barbas: te contestan mal, te vacilan, te empujan, te avasallan... en resumen: te faltan al respeto. Respeto que, por supuesto, tú has tenido para con ellos aunque hubieran sido unos putos energúmenos contigo.

El tema es que hoy por algo que me pasó en el tren camino Madrid me hizo recordar una anécdota que me pasó hace tiempo, en el metro:

Cogí la Línea 3 en Plaza de España para ir a clase. Y como no, íbamos hacinados, cual sardinas en lata. Hacía un calor de mil demonios, por lo que llevaba el abrigo en la mano, y en ésa misma, mi carpeta petada de apuntes. En la otra llevaba el bolso y me agarraba a uno de los asideros cercanos a las puertas. En estas noto que me dan un toquecito en la espalda, miro de reojo (porque ni girarme podía de lo aplastada que iba), y veo a una señora mal encarada que me dice:

- Puedes recogerte el pelo, es que me está molestando. (según ella le estaba dando en la cara)

Yo me quedé un poco estupefacta con la petición. Respiré hondo para no contestarle una bordería, y le dije con un tono amable y suave:

- Disculpe, pero como ve, no puedo. Llevo las manos ocupadas.

Ella bufó, y volvió a la carga.

- Es que no se puede ir con el pelo suelto en el metro molestando a los demás. Yo cuando voy en metro me lo recojo.

Respiro hondo de nuevo, la miro de soslayo y veo que lleva su puta pelambrera de estropajo suelta en modo Diana Ross. Me digo: "No la líes. Le prometiste ayer a Nati que hoy llegarías de buen humor a clase."

- Mire señora (y le hago un gesto con la cabeza), yo estoy igual que usted y ¿me ha oído quejarme? 

Resulta que delante de mí iba una chica un poco más alta que yo, con el pelo rizo y suelto, que también me daba en la cara.

- Es que con esas melenas...

Y ya no la dejé terminar. Me giré en modo bulldozer, arramplando a todo ser que tenía alrededor y me puse cara a cara con la susodicha, y muy serenamente y con voz dulce le dije:

- Mire señora, es muy temprano y no tengo ganas de discutir. Así que hágame el favor, y no me toque los cojones. - Esta última frase la dije en el mismo tono pero la acompañé de sonrisa psicópata. Debió de ser un situación muy cómica, pues todos los allí congregados se partieron el pecho.

La mujer siguió rumiando por lo bajini. Hasta que la fulminé con la mirada, retándole a que dijese un puta palabra más. Ya no hubo más que decir.

En esto, se abren las puertas y un hombre le dice a la impresentable esta: ¿va a salir? A lo que la mujer respondió con un sí rotundo e indignado, como queriendo decir: "claro que me bajo, aunque esta no sea mi parada, por que me han insultado mucho, mucho (jopetas)"

El resto de pasajeros continuamos trayecto en paz y armonía.

Al llegar a clase le cuento a mi compañera, que esa mañana había salido very-happy-flower-power de mi casa, siguiendo su consejo, de no ir encabronada ya desde por la mañana. A lo que le dije que aguanté todo lo humanamente posible a semejante gilipollas. Y ella se partía con la historia. - Yo le doy una hostia por subnormal - me dice. Ganas no me faltaron, créeme. 

Esta historia me hizo pensar, de nuevo, que mientras eres educado o hablas cortesmente, la peña se te sube a la chepa; pero en cuanto decides perder la educación y ponerte brava es cuando la gente reacciona de la manera que deberían haberlo hecho desde un principio. Es curioso.

A parte de curioso, me resulta molesto, pues es bastante fastidioso tener que perder las maneras o la educación para conseguir algo, cuando no es tu proceder habitual el ser un puto maleducado. 

Desde aquí le digo a tod@s es@s mamarrach@s que andan sueltos por el mundo, esos que no tienen  pizca de educación y que se comportan como mandriles en celo, que un día inesperado se van a encontrar con la horma de su zapato y les van a hacer un "¡ZAS! En toda la boca", en sentido figurado y en el propio sentido de la frase. 

Ya lo saben. Están avisados: el karma es implacable, y es muy hijo de puta. 



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