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jueves, 21 de febrero de 2013

LAS MAQUINAS ME ODIAN


Yo no sé que problema tengo con la tecnología... o ella conmigo. Nunca he sido de tener aparatitos modernos, ni consolas, ni teléfonos de última generación, ni nada de eso, pero no entiendo por qué siempre se me revelan las máquinas. ¿Seré la personificación de Sarah Connor?.

Hoy, queridos amigos, escribo esta nueva entrada para relataros cómo esta vez gané yo el asalto contra una máquina: la pérfida y malvada licuadora... Pero antes de contaros nada, para los que no me conocen, les pondré en antecedentes.

StarTAC Rainbow
(www.byemobile.es)
La verdad es que en mi familia nunca hemos sido muy fans de la tecnología moderna. A ver entendámonos, que sí teníamos tele en color, lavadora, frigorífico, etc, pero nunca hemos tenido cosas del estilo microondas (no le vemos la utilidad teniendo cocina); en la época de los vinilos, yo iba a casa de mis vecinos a escuchar música, mi abuelo era más de poner la radio; cuando el "boom" de las consolas, a mi me regalaron una bici, la mítica BH de carreras, que días más geniales (yo quedaba con los amigos para ir a jugar al "come-cocos" y al Street Fighter en la sala de máquinas); cuando eras mayor y te regalaban una cadena musical al terminar el instituto, mi madre me regaló unas gafas de sol chulísimas (unas Rayban de pasta de corte clásico), y  mi padre me regaló su arco, el cual ya me había enseñado a usar cuando era pequeña, tan pequeña, que era dos cuartas más alto que yo apoyado en el suelo (suena muy a "Los juegos del hambre", pero es totalmente cierto). 

Cuando me fui a la universidad, que era la fiebre de los primeros teléfonos móviles (los míticos Nokia 5110, y para las niñas pijas los requetefashion Startac Rainbow), mi madre me regaló un nórdico y mi padre una navaja multiusos, muy útiles ambos (que aún conservo y echo mano de ellos muy a menudo). Cuando quería hablar con mi familia por teléfono bajaba a la cabina que había al final de la calle donde vivía y punto, y no me creó ningún trauma con 19 años ser la única de mis amigas y amigos que no tenía teléfono móvil. Aunque finalmente, al siguiente cumpleaños, entre ambos decidieron regalarme un móvil, porque cuando eran ellos los que me querían llamar, tenían que llamar al teléfono de mi compañera de piso, y se dieron cuenta de que era un poco coñazo, porque teníamos horarios muy distintos y ella pasaba muchas noches en casa de su novio.

Cuando tenía que hacer un trabajo para la uni tenía que ir a la biblioteca de la facultad o a un "ciber" (que no sé si las nuevas generaciones sabrán ya que es eso), porque no tenía ordenador, y ahí fui donde me di cuenta de que algo pasaba entre las máquinas y yo. Siempre que "tocaba" un ordena, o simplemente estaba cerca de él, petaba. Luego me fijé en otras "casualidades" de mi vida cotidiana, como la de que la caja del supermercado en la que yo me ponía a hacer cola, siempre se estropeaba (y aún me pasa de vez en cuando). Cuando iba a sacar tabaco de una máquina, me daba calambre a través de la ranura y la moneda que yo intentaba introducir en ella. Un día de esos recordé el pedazo calambrazo que me dio el tocadiscos de mis amigos B. y M. (si, los de los escarabajos), que me dejó el brazo entero, hasta el hombro, pa Cuenca durante un par de días. Por muchas veces los cajeros se me han quedado con la tarjeta o no me han dado el dinero; las puertas de los coches también me dan calambre... en fin...

Mi primer móvil, un Nokia 5110,
 conocido como "El Ladrillo"
(www.purplepieces.com)
Mi primer ordenador de sobremesa lo tuve con 24 o 25 años, y cuando lo usaba un par de días empezaba a ir leeeeennnto y era una fatiga trabajar con él así. Y no era cosa mía, porque ni me bajaba música, ni pelis, ni le ponía programas nuevos, ni juegos, nada de nada (para mi eso era como física cuántica: ni zorra) lo usaba para hacer trabajos y buscar info en internet. Cuando me pasaba esto llamaba a un amigo que pilotaba de ordenas, y no daba crédito. Me decía que no entendía porqué pasaba eso. Se tiraba unas cuantas horas enredando en el cacharro y cuando se iba me decía: "Va como un cañón" Y así era, abría carpetas, fotos, entraba y salía de páginas web, de documentos sin problemas. Se marchaba y me dejaba allí con el trastoloscojones, y a los dos días de estar yo trabajando con él volvía a hacer de las suyas: tardaba infinitos minutos en abrir un documento de word, lustros en abrir un pdf, eones en abrir una imagen un poco grande...  y trabajar así era imposible.


Pues bien. Hace un tiempo mi madre me dio una licuadora que casi no usaban. Muchas veces a media tarde, después de salir a correr, me apetece algo fresquito. Sea invierno o verano tomo fruta o un zumo de frutas recién exprimidas. Como no, cada vez que empiezo a montar las piezas de la licuadora, la muy zorra se me revela y cuando la enciendo no le sale del coño de funcionar. El caso es que solo tiene un punto exacto en el que funciona y parece que estoy montando un reactor nuclear. Si la mueves media micra, ya no funciona. ¡Puto cacharro! ¡Me dan ganas de estamparla contra la pared!.

Pues esta vez te jodí bien jodida, maldita bastarda, e hiciste lo que YO quería, y no lo que a ti te dio la realísima gana. He aquí la prueba visual. 



FUCK YOU!!!


Esta vez, cacharro de Satanás, has hincado la rodilla y te has sometido a mi yugo. MWAHAHAHAHA!!!!




2 comentarios:

  1. Me encantan los zumos de licuadora

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  2. Molan mil. Por la textura que tienen y por que puedes exprimir cosas difícilmente exprimibles, como zanahoria, melocotón... Gracias por tu aportación a mi blog.

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