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martes, 6 de agosto de 2013

MALDITA VAINILLA: ANEXO

Hoy, tras escribir el post sobre mi aversión a la vainilla, recordé una anécdota de hace tiempo.

Estaba yo haciendo las prácticas en un clínica de cirugía estética, donde la gente a parte de ponerse tetas y morros, y quitarse culo y lorzas se hacían tratamientos complementarios. Estos tratamientos se realizaban en unas cabinas donde, por desgracia, no había ventilación. Por lo que tras pasar alguna personaja un poco cerdilla, había que airear a tope y echar toneladas de ambientador. Y como no, eran de vainilla (cagüentó).

El caso, es que un día a la hora de comer, me comenta una de mis compis que tiene un dolor de cabeza horrible, y que era raro, por que no solía dolerle la cabeza. Pero desde que curraba aquí, le pasaba muchas veces, como a otras tantas compañeras.

- Es de la cantidad de chorradas que tenemos que oír a lo largo del día - le digo para hacerle reír un poco.

A la vuelta del descanso, otra compañera me llama y me dice que me va a explicar como funciona un aparato. Muy bien le digo. Y nos ponemos a ello. En esto le comento lo que hablé antes con Raquel y le digo si a ella también le pasa, y me dice que sí. Que parece algo contagioso.

No le di más importancia al tema, hasta que un día, a media mañana empieza a dolerme el tarro. Y a medida que iba  pasando el día iba a peor ¿pero que coño? Si a mi no me duele nunca la cabeza... pero que raro...

Llego a casa por la tarde, cabreada como un mandril, por que el dolor era, ya, insoportable. Me tiro en el sofá y Homer me pregunta que qué me pasa que traigo una cara muy chunga.

- Pues que tengo la cabeza que me va a reventar y no sé por qué. Me tomé un paracetamol y me tumbé a oscuras en la habitación.

No habían pasado ni diez minutos, en modo zen, cuando me asalta una idea. Salgo corriendo al salón, busco un libro que tengo de aceites y plantas y leo:

"La vainilla, inhalada en grandes dosis y durante períodos prolongados puede producir  cefaleas. Estos síntomas se contrarrestan con menta, y blablabla..."

¡AHA! ¡Te pillé, maldita bastarda! Así que eras tu la causante de tanto malestar...

Al día siguiente llego y anuncio mi descubrimiento. Me dedico a requisar todos los ambientadores, y a poner varitas de incienso en las cabinas.

Puede que quede un poco hippie esto del incienso, pero era lo único que, de verdad, neutralizaba cualquier tipo de olor corporal que dejaban allí las personas.  Por que la mierda de los ambientadores en spray lo único que hacían eran mezclarse con el otro olor y montar un festín digno de un cadáver de vaca al sol durante una semana.

Así que ya lo saben, ya están advertidos...





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